Liderazgo: bases filosóficas, tecnológicas, taxonomías y praxis
La intención de este artículo, se ubica desde lo teórico-práctico para llamar a una reflexión y análisis profundo sobre el liderazgo, sus bases filosóficas, tecnológicas, taxonómicas y la aplicación que tiene en la gerencia pública y privada en el siglo XXI, donde ese término representa la forma de organizar las funciones y actividades que se desarrollan dentro de una institución u empresa, con una visión clara capaz de comprometer al equipo de trabajo para alcanzar sus objetivos y fines comunes.
El liderazgo desde su concepción filosófica se remonta a los tiempos de las grandes civilizaciones que sentaron las bases de los cambios estructurales de nuestras sociedades actuales; líderes que de una u otra forma ejercieron sus mandatos con dominación y poder, generando situaciones adversas y favorables en los contextos de la edad antigua, medieval, moderna, posmoderna e hipermodernidad. Estrada (2007) indicó que la evolución del liderazgo se “determinó desde el quehacer de los grandes líderes que registraron algunos momentos de la historia…” (p.343).
De tal forma, que los personajes que llevaron adelante luchas emblemáticas a lo largo de la historia de una forma representaron rasgos de liderazgos para mover masas en función de sus ideas, ejemplo de ello, lo encarnó desde la mitad del siglo XX, el premio nobel de la Paz, Nelson Mandela desde las calles de Pretoria, Johannesburgo, Ciudad del Cabo en Sudáfrica, en el largo camino hacia la libertad, ante el nefasto Sistema de Segregación Racial Apartheid.
Con el advenimiento de la era de informatización, automatización e innovación digital, el liderazgo fue tomando otras vertientes que le imprimieron mayor capacidad tecnológica para acceder a más seguidores con el uso inminente de los diferentes mecanismos e instrumentos de comunicación e información, que promovieron el intercambio veloz de las ideas; no solo en un contexto empresarial, a través de la comercialización de bienes y servicios con el establecimiento de estrategias para el dominio en los negocios, que mejoren la posición en el mercado de las empresas; sino también en todos los sectores y actores a nivel mundial, continental y nacional, donde el líder deberá emplear sus conocimientos, experiencias y control para comunicar los cambios y ser puente entre la empresa y su capital intelectual, convirtiéndose en un triángulo de acción entre el liderazgo, la comunicación e innovación tecnológica como prospectiva de un escenario deseable.
En la praxis, el liderazgo se ha convertido en una función con altos niveles de complejidad, pues él, se alimenta de un conjunto de virtudes en un individuo, tales como las psicológicas, filosóficas, sociológicas, físicas, biológicas, gerenciales, administrativas y políticas, que le han hecho merecedor de trasformaciones sustanciales en todos los entornos; alcanzando cambios significativos que van desde la conducción del majestuoso líder religioso Jesucristo con sus doce apóstoles hasta la influencia que está ejerciendo hoy en día con su discurso de paz, bienestar, reconciliación y armonía el máximo jerarca de la iglesia católica, Jorge Mario Bergoglio “El Papa Francisco”.
En ese contexto, en relación a la conceptualización del liderazgo, a juicio de este aprendiz, es el arte de practicar predominio constante en un grupo de individuos, a los efectos de alcanzar los fines y objetivos que se persiguen, estos pueden ser desde todos los ámbitos posibles. Fiedler (citado por Gascón) se refirió al liderazgo “esencialmente como una relación de influencia en la que una persona utiliza su poder de influencia para lograr que numerosas personas trabajen juntas y realicen una tarea en común”. (p.6).
Partiendo de allí, existen una clasificación básica del liderazgo, donde tenemos: autoritario o autocrático, orientado a concentrar hegemónicamente el poder en todas sus vertientes para la toma de decisiones; democrático o participativo, promueve, fomenta y consulta las decisiones en el equipo que le acompaña, permisivo o liberal, aquí no existe intervención alguna de él, es un proceso de criterio propio de cada quien y el carismático, compuesto principalmente por sus habilidades y atributos personales para ejercer su mando.
Dentro de esta perspectiva, está la macrovisión del liderazgo, impactada por la mundialización como un fenómeno positivo que ha generado profundas transformaciones en las relaciones de comunicación de los liderazgos que confluyen en las instituciones de gobierno y sectores empresariales e industriales desde todos los ámbitos, logrando crear fuertes expectativas en diferentes áreas neurálgicas que requieren de orientaciones gerenciales y tecnológicas, como consecuencia de la volatilidad en la innovación de la era de la hipermodernidad y su prospectiva, descrita apoteósicamente por el antropólogo francés Marc Augé para referirse a la aceleración de todos los factores constitutivos de la modernidad. Para, Klages (citado por Parrando, 1999).
Es por ello, que el estado moderno debe ser capaz de impulsar prácticas gerenciales con un liderazgo efectivo, que contribuyan a dar respuestas con calidad a los servicios públicos que demandan los ciudadanos; donde el liderazgo público deje a un lado sus prácticas reiterativas de dominación y poder para ocuparse de gerenciar y conducir un equipo de trabajo de alto desempeño.
Cabe destacar, que el liderazgo ha tomado una visión global en el mundo de los negocios empresariales, allí, es necesario tener una prospectiva que envuelva expectativas para asegurar el éxito en los procesos y comercialización, de acuerdo a las exigencias de los clientes en los mercados. El líder debe ser capaz de reformar con su influencia para atraer a los nuevos inversionistas, permitiendo obtener recursos financieros para gestionar sistemas tecnológicos que hagan que la empresa cuente con más ventajas competitivas para diferenciarlas de los demás.
Finalmente, Maxwell (1998), puntualizó que “la capacidad de liderazgo siempre es el tope de la eficacia personal y dentro de una organización. Si el liderazgo es fuerte, el tope es alto. Pero si no lo es, entonces la organización está limitada…” (p.12). En efecto, los líderes actuales tanto de las instituciones de gobiernos como los empresarios, deben poseer atributos emergentes hacia la gestión tecnológica, para adaptar sus organizaciones a los procesos de cambios e innovación de los sistemas, a través del rápido desarrollo y uso creciente de las tecnologías de la información y la comunicación ejerciendo un impacto directo y notorio, sobre la dirección.
Fuente: Gestipolis – Por Derkis Enrique Arévalo Molina