Responsabilidad social, ¿cuestión de blanco y negro?

Responsabilidad social, ¿cuestión de blanco y negro?

Existe entre las empresas y sobre todo en la opinión pública una necesidad de perfección en lo que se refiere a sus prácticas de responsabilidad social empresarial (RSE). En este tema se manejan absolutos: si/no, blanco/negro, es o no es. Cuando en realidad, la cuestión de la responsabilidad social no es una cuestión de absolutos, sino de continuos, es decir de niveles y proceso de mejora, incluso en ocasiones de retrocesos. La analogía que mejor permite describir el proceso para que una empresa sea más socialmente responsable es el proceso para ser feliz.

Como la felicidad, la RSE es una decisión. La RSE es una decisión libre y voluntaria de una empresa para ir más allá de las obligaciones legales, laborales y sociales. La decisión tanto de la Dirección como de varios de los elementos clave de la organización es clave para la implementación inicial de un sistema de gestión de la RSE y su mejora continua. 

Dicha decisión debe surgir de un impulso ético, auténtico y profundo, por la justicia. Relacionado con este tema existe una corriente en el estudio de la necesidad de hacer obligatoria la RSE, pero bajo el esquema de esta analogía, sería como obligar a alguien a ser feliz; ¿no sería esto contrario a la misma “naturaleza” de la felicidad?

Aunado a esto, la RSE no puede ser tampoco una lista de requisitos por cumplir, así como la felicidad es bien sabido que no se logra consiguiendo una lista de bienes o logros. La RSE, como la felicidad, requieren por esto de una transformación profunda de los “corazones” de las empresas, para cambiar la perspectiva del negocio hacia una que propicie un diálogo abierto con los grupos de interés y que propicie pasos concretos y constantes hacia un acercamiento a los “ideales”.

Ser socialmente responsable no significa ser una empresa perfecta, así como ser feliz no significa nunca tener momento de tristeza. Así como no existe la perfección en la felicidad humana tampoco existe la perfección empresarial.

Una empresa socialmente responsable no es aquella que cumple a 100% una lista de criterios. Por ejemplo, el Distintivo ESR solicita a las empresas el cumplimiento de 75% del índice de la RSE líder del año anterior.

Hay que considerar también que hay cuestiones que pueden ser más relevantes para una empresa dependiendo su actividad o giro; y, por ende, son más importantes de cumplir que otras. Este es el caso, por ejemplo, de aspectos ambientales y comunitarios en empresas dedicadas a la extracción de recursos naturales. Esto también ocurre con la felicidad, para una persona -dependiendo de su personalidad y experiencia de vida- habrá cosas que le abonen más a su felicidad que otras. En otras palabras, así como no hay una “receta” única para la felicidad, no hay una “receta” exclusiva para ser socialmente responsable. Se puede decir que hay principios, pero los caminos para llegar a éstas son tan diversos como hay personas y empresas en el mundo. Esto nos lleva a nuestro último punto.

La RSE, como la felicidad, es un camino no un fin. La RSE es un proceso de mejora continua en donde a través de diferentes mecanismos de diálogo se logra identificar nuevos retos y nuevos compromisos por asumir. A la hora de implementar por primera vez un sistema de gestión de la RSE es común encontrar frustración, ya sea por parte de los directivos o de los grupos de interés, porque ven un ideal que les es muy lejano a su actividad actual.

Hay que aplicar el principio de: «Lo perfecto es enemigo de lo posible”. Si bien una empresa debe tener claro el ideal, debe también ser capaz de negociar alcances en el corto, mediano y largo plazo con cada uno de sus grupos de interés. Lo mismo ocurre con la felicidad, uno podría decir “soy feliz” pero creo que ninguno se atrevería a decir con toda sinceridad y conciencia “he llegado a ser lo más feliz que puedo ser en mi vida”.

De esta realidad, surge entonces la necesidad de que la RSE sea gestionada a través de sistemas que permitan identificar áreas de oportunidad y de mejora. Muchas empresas reducen la RSE a las prácticas, cuando sería mejor atender la importancia de contar con políticas y procesos operativos que aseguren una evaluación continua de la RSE con vistas a generar nuevos planes y proyectos que acerquen a la empresa a los ideales.

Esta reflexión nos obliga a ver más allá de la superficie: los distintivos, los trofeos y la publicidad en lo que se refiere a la RSE. Vivimos en un mundo de percepciones, no de realidades. No quiero con esto decir que es válido que una empresa se diga socialmente responsable cuando en realidad su grado de responsabilidad social es muy bajo o comete puntualmente faltas contra la ley.

Por el contrario, al igual que a una persona “feliz” que comete un delito se le debería juzgar con todo el peso de la ley; a una empresa que se dice socialmente responsable, que comete una falta que va en contra de la ley, se le debe perseguir con la misma severidad. Por esto es necesario ser lo suficientemente críticos para reconocer las debilidades o errores de las empresas, pero también ser capaces de reconocer avances y logros.

Fuente: mundoejecutivo.mx – Por Ana Magdalena Rodríguez Romero

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