Innovación y competitividad y la política científica tecnológica para los próximos 10 años
La tendencia del país a innovar para mejorar su competitividad es un tema de discusión de moda debido al polémico documento del Compes.
Algunas de las preocupaciones son:
- La fusión y cambio de roles en el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, SNCTI
- No distinción entre innovación y emprendimiento
- Falta de inclusión de conceptos fundamentales y decisivos en la formulación de políticas públicas
- Robustecer el SNCTI, proveerle recursos, mejorar su infraestructura, capacidad investigativa y capital humano.
Redacción INCP a partir de artículo publicado por Portafolio
Para mayor información, puede referirse al artículo titulado “Innovación para la competitividad” de la fuente Portafolio.
Innovación para la competitividad
La innovación para la competitividad es una buena idea. Sobre ella se ha discutido mucho en los medios académicos, agencias del Gobierno y comisiones del Congreso, a la vista de un polémico documento Conpes sobre la política científica y tecnológica para los próximos 10 años. Por la importancia de las materias tratadas y las consecuencias económicas y sociales para la vida nacional, conviene analizar algunos reparos hechos por la comunidad académica.
Uno es la fusión y cambio de roles en el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, SNCTI, con base en el Decreto 1500 de 2012, que creó el Sistema Nacional de Competitividad, Ciencia, Tecnología e Innovación, SNCCTI, en paralelo con el SNCTI que lidera Colciencias; cambio que se considera inconveniente porque le resta funciones a esta entidad y modifica su marco legal. Otros, la falta de claridad de conceptos, principalmente en términos de competitividad e innovación; la poca efectividad e incumplimiento de los propósitos expresados en documentos Conpes anteriores, y la timidez política en las inversiones y estrategias para lograr progreso técnico.
Se dice también que al documento “le falta un hervor”, que está escrito a la ligera: trata la innovación y el emprendimiento como si fueran la misma cosa, y presenta ideas como estas: “las fallas del mercado, del Estado y sistémicos son factores determinantes del diseño de la política de ciencia, tecnología e innovación”; o “las unidades productivas y los emprendedores son los agentes responsables del proceso de innovación, y, por ende, de los aumentos de la productividad”, como si la innovación fuera solo un resultado de la producción, y como si la productividad dependiera exclusivamente de ella.
Estas afirmaciones en el documento que trazará la política científica para el futuro inmediato dejan a la comunidad académica confundida, y la ponen en guardia frente a otros aspectos, estos son importantes y positivos: el diagnóstico de la situación del sistema científico-tecnológico, la mayoría de estrategias propuestas, y una forma inteligente de suplir la falta del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Concyt, creado en el gobierno de Carlos Lleras Restrepo.
A las preocupaciones críticas por ciertas afirmaciones en el documento no les falta razón. Sobre la de los ‘factores determinantes’ de una política científica, convendría agregarle conceptos fundamentales y decisivos en la formulación de políticas públicas: ofrecer respuestas integrales, certeras, visibles y oportunas a la solución de problemas específicos, actuales o potenciales, de la nación, y encaminar la acción del Estado hacia mejores resultados de gestión, en procura del crecimiento económico con equidad, bienestar y logro del bien común. Estos son los factores que se esperaría inspiraran al Gobierno para formular una política de Ciencia, Tecnología e Innovación.
La mayor necesidad es robustecer el SNCTI, proveerle recursos, mejorar su infraestructura, capacidad investigativa y capital humano. Ello lo reconoce el documento, pero se requiere voluntad política para asignar los recursos necesarios de forma seria y continuada. Aunque seamos un país pobre, no estamos condenados a permanecer así. Corea del Sur también lo era cuando comenzó a invertir una adecuada porción de su PIB al desarrollo científico y tecnológico. Alguien apuntó: “un país no invierte en ciencia y tecnología porque sea rico; es rico porque ha invertido en el avance de su capacidad científica”.
Sobre los conceptos de innovación, productividad, y competitividad también conviene hacer claridad. La innovación resulta de la capacidad de convertir el conocimiento en algo útil a la sociedad, de transformar ideas en nuevos procedimientos, productos o servicios, para solucionar problemas específicos; pero no aparece espontáneamente, ni se tiene a la mano como producto único para aumentar la productividad.
La innovación es compleja, sistémica, esquiva; hay que adquirir capacidad de realizarla y a veces no funciona, se construye después de la investigación y el desarrollo, está basada en creatividad, imaginación y aplicación del conocimiento, en ella intervienen más factores que los mencionados por el documento, y no se puede concluir que si se da la innovación, entonces aumenta la productividad, de manera automática. Esta tiene que ver más bien con la eficiencia, la cantidad de producción por unidad de insumo.
La competitividad se encuentra aguas abajo de los procesos mencionados. El progreso tecnológico capacita al país para competir, pero aún faltan otros factores: un sistema regulatorio que mejore el clima de los negocios, una infraestructura física eficiente que abarate los productos, un aparato productivo innovador, componentes que permiten a la industria nacional salir al mercado con productos y servicios competitivos.
Sin embargo, en el mundo actual, en el cual tales productos y servicios deben llevar valor agregado por el conocimiento y la tecnología, no se puede poner la carreta de la competitividad por delante y engancharle por detrás los caballos de un desarrollo científico y tecnológico incipiente.
Fuente: Portafolio