La olla arrocera pone a prueba el nuevo modelo de crecimiento de China
En una calurosa y húmeda habitación repleta de pequeños electrodomésticos, Zhao Guoyao frunce el ceño ante una olla de arroz.
Zhao, el gerente de producto del gigante de electrodomésticos Midea Group, quiere fabricar una mejor olla arrocera. Es una pequeña parte de una ofensiva nacional para producir bienes de calidad para la creciente clase media, un proceso que ayudará a determinar si China puede forjar una economía madura y duradera.
El ejecutivo agacha levemente su cabeza, inhala el aroma de la olla y apunta hacia su interior. “Esos granos están hinchados, pero estos están duros y secos”, dice.
Durante décadas, la economía de China prosperó gracias a las exportaciones de bajo costo que aprovecharon una mano de obra barata. Esa era está llegando a su fin debido al alza de los salarios, el exceso de producción y la competencia de países como Vietnam y Bangladesh.
En su empeño por hallar un nuevo modelo de crecimiento, China prevé fabricar más bienes de alta gama y venderlos en el mercado interno. Zhao y su esfuerzo por mejorar las ollas de arroz es parte de eso.
“La pregunta es si la economía china puede satisfacer las necesidades de sus ciudadanos al ofrecer bienes que no son sólo de mala calidad y manufacturas de bajo precio”, recalca Eswar Prasad, ex director de la división de China del Fondo Monetario Internacional.
Hasta ahora, la mayoría de los fabricantes chinos se había dirigido al enorme segmento más bajo del mercado interno. China es la segunda economía del mundo, pero ninguna de las 100 marcas globales más valiosas es china, según la revista Forbes.
La olla de arroz es una presencia típica en los hogares chinos. Los modelos básicos que se fabrican en el país cuestan cerca de US$20 y usan tecnología rudimentaria para calentar los granos desde el fondo. Las más baratas son propensas a sufrir desperfectos y, en algunos casos, han sido la causa de incendios fatales.
“En China, el tipo de olla arrocera que usa la mayoría de la gente tiene una tecnología que, básicamente, es anterior a los años 80”, señala Yoshiko Nakano, profesor adjunto de la Universidad de Hong Kong, quien escribió un libro al respecto.
Ahora que familias más pudientes quieren comprar una mejor olla, muchas optan por los modelos japoneses que emplean una tecnología conocida como calentamiento por inducción. Aunque se venden en China, estas ollas son caras debido a los aranceles de importación y muchos consumidores las compran más baratas en Japón, donde el debilitamiento del yen ha atraído una oleada de turistas chinos. De todos modos, algunos modelos con tecnología de punta pueden superar los US$1.000.
En busca de mejorar los productos que usan en sus casas, los chinos regresan del exterior con cremas para la piel, leche para bebé y hasta asientos de inodoro calefaccionados. Sus gastos en el exterior excedieron el año pasado los US$215.000 millones, según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, cifra que supera el presupuesto de defensa del gobierno. Las autoridades han observado los acontecimientos con preocupación y las instrucciones a las empresas son claras: fabriquen productos de mejor calidad.
Una de las palabras de moda es innovación. El informe anual del gobierno sobre trabajo la utilizó en 64 ocasiones. Beijing elaboró un plan maestro para que China se transforme, en las palabras del primer ministro Li Keqiang, de “un fabricante de cantidad a uno de calidad”.
El presidente Xi Jinping, por su parte, identificó las ollas arroceras como el primer artículo en la lista que los chinos prefieren comprar en el exterior. “Nuestro país tiene una gran cantidad de poder adquisitivo de los consumidores y la demanda no está siendo satisfecha de forma adecuada en el país”, observó.
Xi hacía alusión al rápido aumento de los ingresos de los chinos en los últimos años. El salario promedio anual en las zonas urbanas más que se duplicó desde los Juegos Olímpicos de 2008 en Beijing y el año pasado rondó los 62.000 yuanes (unos US$9.300).
Ding Jianxiong, de 31 años, pagó alrededor de US$550 por una olla arrocera en un viaje a Tokio y asegura que la inversión valió la pena. “El arroz que cocina es muy tierno, pero también firme al masticar y se pueden distinguir los granos individuales”, asevera.
Ding, quien reside en Beijing y trabaja en el sector financiero, también compró en el extranjero cosméticos para su esposa, electrónicos y pañales para su hija. Ding cuenta que probó los pañales chinos, pero dice que son menos absorbentes y suaves que los japoneses e irritan la piel de su hija.
Una encuesta realizada por Nielsen Holdings PLC publicada el mes pasado halló que 67% de los entrevistados chinos opinó que las marcas globales eran de mayor calidad que las locales.
Apuntalar la demanda interna es un desafío urgente. Entre 2005 y 2008, el valor total de las exportaciones chinas creció 88%, a US$1,43 billones. En cambio, desde 2012 hasta el año pasado, las ventas al exterior aumentaron apenas 11%, a US$2,28 billones.
Midea, el mayor fabricante de electrodomésticos del país, divisa una oportunidad. La empresa fabrica productos para la japonesa Sharp Corp. y ha producido ollas arroceras de calentamiento por inducción desde inicios de la década de 2000. Hace unos cinco años, las empezó a fabricar en forma masiva para el mercado chino.
Zhao, el gerente de producto, subraya que el desarrollo de una olla arrocera es más difícil de lo que parece. El ejecutivo recorre el laboratorio de control de calidad de Midea y se detiene en un cuarto lleno de filas de arroceras mientras brazos de robot abren y cierran sus tapas. “¿Ve estas?”, pregunta. “Serán subidas y bajadas unas 200.000 veces”.
Midea, que afirma tener 43% de las ventas del mercado chino de ollas arroceras, ha traído técnicos coreanos, enviado a sus empleados a ver cómo funcionan las plantas japonesas y ha contratado a catadores de arroz. Compra unas 200 toneladas del grano al año para su investigación de productos. En Foshan, erigió un pequeño “museo del arroz” que exhibe las múltiples variedades chinas y las configuraciones que las ollas de la compañía tienen programadas para cocinar cada una.
“Estamos madurando”, afirma Zhao. “Antes estábamos aprendiendo o copiando” del extranjero. Su modelo más reciente de calentamiento por inducción cuesta 3.999 yuanes (unos US$600). Los modelos de rango medio pueden valer unos 300 yuanes (US$45).
Este año, las ollas arroceras de Midea ganaron varias competencias internacionales, pero el fabricante sigue buscando en otros países lo que no puede obtener en China: hace poco hizo una oferta para comprar la compañía alemana de robótica industrial Kuka AG.
Fuente: The Wall Street Journal