La ética empresarial está de moda
Toda decisión empresarial tiene siempre un componente ético, porque afecta en último término a personas.
En cierta forma, tomar decisiones es la actividad más nuclear del directivo, quien elige los fines a los que la empresa se dirige y dispone de los recursos de la mejor manera para alcanzarlos.
El aspecto ético aparece continuamente a lo largo del proceso de toma de decisiones. Aunque no siempre se da de manera explícita, ignorar el análisis ético en este proceso es ignorar una parte muy relevante de la realidad. Así como estamos acostumbrados a tener en cuenta las consecuencias financieras de una decisión, hay que tener presente el aspecto ético.
La ética no es un limitante de la acción, es un potenciante de ésta que permite la supervivencia del sistema en el largo plazo, y faculta la realización de los otros miembros de la comunidad.
Es un factor ordenante de la acción personal que se armoniza con los intereses de los demás.
La ética sí es rentable, pues existe una correlación directa entre las empresas de éxito en el largo plazo y una elevada calidad ética de sus empleados y sus procesos. Internamente, porque nos jugamos la motivación de los empleados que reciben lo justo por su trabajo, y encuentran en la empresa un ambiente de honradez, de lealtad, que les facilita llevar a cabo su trabajo.
Esto redunda en menor rotación de personal y en la permanencia de los de mayor calidad, en que el empleado se dé a los fines de la empresa, que se complementan entonces con sus fines personales.
Externamente, porque una cultura empresarial de calidad ética genera una buena imagen en el mercado, evita reacciones sociales adversas y genera confianza en los socios, en los proveedores y en los clientes.
La ética es un intangible, pero agrega un valor real. No se practica la ética porque dé utilidades, sino porque perfecciona a la persona. Y es por ello que eleva la calidad y permanencia de cualquier empresa humana.
Cabe resaltar que una cultura ética es la suma del comportamiento ético de cada uno de los empleados y de la rectitud de los procesos.
Por lo anterior, la ética debe exigirse en las personas y la empresa debe exigirse en los procesos, estableciendo los mecanismos adecuados de control para que las decisiones sean objetivas y racionales, sin permitir que un empleado o particulares puedan beneficiarse de una situación.
No debemos ser buenos porque “la ética está de moda”, aunque de hecho lo esté. No nos podemos dejar engañar por la falacia de que se ha creado una ética específica de los negocios, nueva, nunca antes pensada y diversa de la que caracteriza al actuar humano en todas épocas.
Estas cuestiones técnicas han desarrollado criterios propios de eficacia, pero no dejan de ser “acciones humanas”, en las que está implicada la persona, y por lo tanto la perspectiva ética.
Una separación ficticia entre los criterios de eficacia y los criterios de moralidad, no es más que una manifestación más de la desunidad de la vida moderna, que divide al hombre en hombre-empresario, hombre de familia y hombre-ciudadano, otorgándole en cada esfera un papel diverso, muchas veces desconexo e incompatible entre sí, y en los cuales se descubren diversos criterios de moralidad según sea cada circunstancia.
El despertar de la ética es un clamor de la perdida “unidad de vida”, por la que el hombre trata de volver a dar sentido humano a las estructuras de gobierno y de mercado, que encuentran su verdadero y legítimo sentido en la intimidad de las personas, o mejor aún, en el valor de cada una.
Fuente: eluniversal.com.mx