Coyuntura de la economía colombiana según Banrep
En su último informe, el Banco de la República mencionó lo importante que han sido las medidas tomadas por el Gobierno ante los eventos económicos adversos que ha tenido que enfrentar Colombia en los últimos tres años, de los que ha salido mejor librado que otros países de la región. La baja en los precios del petróleo y otras exportaciones nacionales, la desaceleración económica sufrida por los mayores socios comerciales y las situaciones internas (como el fenómeno de El Niño y el paro de trasportadores) ocasionaron un fuerte impacto en la economía colombiana.
Redacción INCP a partir del artículo publicado por Banrep
Para mayor información, puede revisar el artículo titulado “Coyuntura de la economía colombiana – Informe del Gerente General del Banco de la República” de la fuente Banrep.
Coyuntura de la economía colombiana – Informe del Gerente General del Banco de la República
Desde mediados de 2014 Colombia ha tenido que ajustarse a varios eventos adversos de diversa índole y magnitud, originados en el frente externo y en el interno. Por fortuna, la economía colombiana ha respondido mejor que la de otros países de la región, los cuales han experimentado eventos similares. El ajuste ordenado de nuestro país ante estos choques ha sido posible, en gran parte, por las adecuadas respuestas de política económica, tanto de carácter monetario como fiscal; por la robustez del sistema financiero y por la existencia de otros mecanismos naturales de estabilización, como la flexibilidad del tipo de cambio.
Han sido tres los choques externos: el primero, y tal vez el de mayor impacto por su magnitud y naturaleza, al ser de carácter permanente, fue la fuerte caída que desde mediados de 2014 registraron los precios internacionales de los principales bienes exportados, en especial el petróleo, lo cual incidió de manera negativa sobre los términos de intercambio. Hacia el futuro cercano los precios del petróleo continuarán en niveles bajos, lo que implica un cambio permanente en la estructura de la economía. El segundo fue la desaceleración de las economías de nuestros principales socios comerciales, y el tercero está relacionado con los mayores costos de financiamiento externo ante el incremento de la prima de riesgo país y la depreciación de la moneda como consecuencia de los dos sucesos anteriores.
A estos eventos extremos se sumaron otros de origen interno que se presentaron a finales de 2015 y en 2016: el efecto climático de un fenómeno de El Niño severo que se observó desde mediados de 2015, junto con un paro camionero que afectó gran parte del país en junio y julio de 2016. Estos choques internos, aunque tuvieron un carácter transitorio, profundizaron el deterioro de las principales variables macroeconómicas del país.
El efecto combinado de estos eventos generó la aparición de desbalances macroeconómicos, a los cuales es necesario que la economía se ajuste para que pueda crecer a su potencial. Como se anotó, el choque petrolero implicó un deterioro considerable de los términos de intercambio del país, lo que llevó a una ampliación del desequilibrio de la cuenta corriente y, al mismo tiempo, a un deterioro de las finanzas públicas, dada su alta dependencia de los ingresos petroleros. Los menores ingresos provenientes de las exportaciones y los aumentos en la prima de riesgo del país generaron una importante depreciación del peso; esta, junto con los choques de oferta internos y la activación de mecanismos de indexación, generó un incremento en la inflación, llevándola a ubicarse por fuera del rango meta establecido por el Banco de la República (2 a 4%).
El deterioro del ingreso nacional y los ajustes de gasto del Gobierno, dadas las menores rentas petroleras, así como la respuesta de la economía a las políticas monetaria y fiscal, implicaron un debilitamiento de la demanda interna. Esto último, unido a la frágil demanda externa, condujo a una marcada desaceleración del crecimiento económico en los últimos dos años, que se vio acompañada por altos niveles de inflación.
Lo anterior representó un fuerte dilema para las autoridades y para la respuesta de la política monetaria. En un comienzo, con el fin de hacer converger la inflación de nuevo a la meta del Banco de la República y de mantener controladas las expectativas de inflación, la Junta Directiva del Banco de la República (JDBR) inició un ciclo alcista de la tasa de interés de política, llevándola desde 4,5% en septiembre de 2015 hasta 7,75% en julio de 2016. Estas acciones fueron moderadas con el objetivo de no estrangular el crecimiento de la economía, pero implicaron que no se cumpliera la meta de inflación en 2015 y 2016. Desde finales del año anterior la inflación empezó a ceder y en la medida en que diferentes indicadores de actividad económica sugieren que la desaceleración podría ser mayor a la esperada, la JDBR comenzó un ciclo a la baja de su tasa de referencia, ubicándola en 6,5% en su reunión de abril pasado.
La respuesta de la política monetaria ha tenido que ajustarse a las nuevas condiciones de la economía, caracterizadas por una alta inflación y una desaceleración de la actividad económica. Hacia finales del presente año se espera que las presiones inflacionarias hayan cedido, y que la inflación se encuentre de nuevo cerca del rango meta de 2% a 4%, y en el camino hacia la meta puntual de largo plazo de 3%. En ese escenario la política monetaria podrá apoyar más decididamente la dinámica del crecimiento para que este llegue a su potencial. Sin embargo, para que la economía pueda crecer a tasas satisfactorias se necesita mucho más que bajar la tasa de política. Para lograr este objetivo se requieren reformas estructurales que no dependen del Banco de la República sino del Gobierno, los empresarios y la sociedad en general.
Fuente: Banrep